Sunday, August 10, 2014

El abrazo del árbol de Mariela


Esta historia comienza hace un año cuando estuve de vacaciones en Tailandia y se me metió en la cabeza que no podía irme de allí sin experimentar personalmente el famoso masaje tailandés, que como todo el mundo sabe, te lo da una señorita lugareña vestida con los trajes regionales del país; tú te tumbas en una cama blanca super cómoda tipo chillout como las de las playas pijas y ella te masajea delicadamente la espalda con sus expertos pies. Nada más lejos de la realidad!!
Primero empezamos a buscar centros de masajes de confianza, y la verdad es que en la calle te los encuentras por todas partes pero éstos son sobre todo masajes de aceite (eróticos, como más tarde me explicaron), y yo quería el genuino, el verdadero masaje tailandés. Al final los que más confianza nos dieron fueron los de los grandes centros comerciales, Siam Paragon o MBK. Y allí en uno de aquellos megacentros comerciales entramos a un centro de masajes que parecía muy profesional. Al entrar nos atendió una señorita muy maja que me miró de arriba a abajo y pareció que hacía cálculos mentales a saber para qué. Llamó a una de sus chicas, que también me miró de arriba a abajo y luego desapareció, seguramente para ponerse sus trajes regionales, tal y como debía ser. En ese momento no tenían hueco y me dieron cita para una hora más tarde. Cuando regresé salió a atenderme un señora mayor en edad, volumen y peso, nada que ver con la chica que hacía una hora se había metido a prepararse con los trajes regionales. Esta debía ser su madre o su abuela y parecía luchadora de sumo. Ahora entiendo los cálculos mentales de la chica de recepción, estaba calculando mi volumen corporal para asignarme una profesional que pudiera conmigo, y sólo encontraron a aquella señora. Ahí ya empecé a sospechar que el masaje no era como yo pensaba pero bueno, la idea era conocer el verdadero masaje tailandés. La señora no llevaba trajes regionales, más bien un conjunto de pantalón y camisa de tela de saco, como si fuera una expresidiaria. Vestida de esta guisa me guió por un pasillo oscuro y sinuoso desde el que se accedía a los distintos compartimentos de masaje. Al llegar al mío descorrió la cortina  de acceso y no vi nada, aquello estaba más oscuro que el pasillo. Me dijo algo que no entendí y se fue. Yo supuse que me tenía que desnudar así que venía preparado con unos calzoncillos de marca (de imitación, comprados el día anterior en el mismo Bangkok) para no dar mala impresión, aunque vista la luz que había allí bien me podría haber llevado los de marca blanca de Carrefour. Al poco rato entró la señora mayor y al verme en paños menores se escandalizó y me señaló al suelo, donde tras subir un poco la luz pude ver un pantalón y una camisa de la misma tela que tenía la señora, a los pies de una especie de futón que había allí tendido. Me ayudó a ponerme la ropa y me tumbé en el futón a la espera conocer el verdadero masaje tailandés.  Ahí empezó la tortura: te pones boca abajo y la señora empieza a clavarte el codo entre las costillas, apretando desde la columna hacia fuera. La tía tenía una fuerza descomunal, no tenía dedos sino alicates y te machacaba cada músculo de tu cuerpo, esmerándose especialmente en el cuello. A veces cesaba la tortura y te hacía estiramientos y masajes más amenos pero luego volvía a agredirte cuando menos te lo esperabas. Cuando llegó la hora del estiramiento de cuello creí que me quedaba allí... qué bruta la tía!!
a los 5 minutos ya estaba muerto y había pagado por una hora!!!
Cuando acabó todo comprendí que aquello sería una experiencia inolvidable, y de hecho ha dado pié a esta publicación...

Meses más tarde, ya de vuelta en España, al revisar el correo spam que me suele llegar encontré entre las promociones de "Oportunista" un descuento de un 50 % en un centro de masajes cerca de casa, junto al Palacio de Hielo. Y tras la experiencia de Tailandia, me apetecía un masaje nacional, para compensar, así que reservé hora para un viernes por la tarde, después del curro.

Cuando llegué me preguntaron si quería masaje relajante o descontracturante, que ambos estaban en la promoción. Relajante por supuesto, que me apetecía volver a asociar el concepto de masaje con algo agradable. Esta vez sí te daban el masaje en ropa interior, porque aplicaban aceite con el masaje y allí estaba en la gloria, hasta que la chica empezó a comentar las contracturas que me encontraba: uy, qué tienes en la espalda? QUÉEE?? QUÉ TENGO?? QUÉ TENGO??? no lo notas? EL QUÉ??  esto , clack! QUÉ ES ESO?? eso es una contractura, y aquí tienes otra en mitad de la columna.. clack! AY! pero eso no es un hueso? yo pensé que no tenía nada... Tras ponerme nervioso siguió masajeando las pantorrillas, qué gusto por dios!! hasta que volvió a hablar: tienes una bola en la pantorrilla derecha.. QUÉ??? pero si yo no noto nada!! sí, mira, clack! AYYY... vale, te creo, pero te recuerdo que me estás dando un masaje relajante.


Vale, vale, pues igual deberías coger un bono que tenemos en promoción y venir a darte masajes descontracturantes con regularidad... 


Me dió la impresión que el masaje acabó antes de tiempo, pero como era una promoción de Oportunista que ya estaba al 50% no quise discutir y me marché un poco preocupado por las contracturas que tenía sin yo saberlo, ni notarlas.

Meses más tarde, volví a encontrar una promoción en el mismo centro de masajes y aproveché para encargar uno descontracturante.  Al llegar me atendió la misma chica. Hola, te acuerdas de mí? ... pues el caso es que tu nombre me suena, por el cantante, José Manuel Soto. Ah, ok, sí, es mi primo. Ah si? No, pero quería ver la cara que has puesto, jejeje... Bueno, el caso es que estuve hace unos meses por aquí y al darme un masaje relajante me encontraste varias contracturas. Ah sí, ya me acuerdo. Pues ahora vengo a que me las quites. Ok, entra en la sala y ahora vengo, que voy a por mi ventosa. ¿Tu qué?? Tu entra y ahora vengo. El masaje realmente era totalmente diferente al primero. Y se parecía sospechosamente al tailandés, pero esta vez con instrumentos de tortura: su "ventosa" servía para hacer vacío en la piel y despegarla un poco del cuerpo. Era una sensación rara pero apenas molesta, así que la dejé hacer. Luego desapareció hablando algo de un martillo.. MARTILLO?? PARA QUÉ???  en seguida lo supe, empezó a darme golpecitos con un martillo que no llegué a ver, pero imagino que sería como el que se utiliza en cocina para ablandar los filetes. Daba golpes a ambos lados de la columna vertebral, de arriba a abajo. Luego empezó con el cuello, donde se esmeró igual que la tailandesa. Me dejó destrozado, pero pensaba que era una molestia pasajera y necesaria para quitar las contracturas. Cuando acabó la tortura, la chica empezó a darme consejos de estiramientos para evitar que volvieran a salir las contracturas, y en especial insistió en abrazar el árbol. ¿Eso no es cuando estás pedo? No, es un ejercicio de estiramiento de gemelos muy recomendable para los corredores sobre todo. Ah, ok, tomo nota. Cuando estaba ya saliendo del centro, la chica me dijo: no se te ocurra tomar un ibuprofeno ahora eh? Y por qué iba a tomar yo eso? Ah, por nada... si no tienes molestias mejor. Antes de salir, pregunté en recepción cómo se llamaba la chica: Mariela.

De eso hace ya tiempo, y aunque sigo viendo ofertas de ese centro en "Oportunista" no me atrevo a volver por allí, auque Mariela era muy maja y se la veía profesional.

Y no, el abrazo al árbol no lo practico porque me da vergüenza hacerlo en el parque, parece que estoy haciendo otras cosas, así que prefiero abrazar farolas! que las tengo más a mano y no, si me veis abrazando una farola no estoy borracho, estoy estirando los gemelos!



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